12 de abril de 2010

Viajes históricos e imaginarios I

  • Mi viaje comienza en la calle Cabeza del Rey Don Pedro, en Sevilla. ¿Por que ahí?, y porque no. Por la leyenda, por su situación, porque me apetece, que más dá, simplemente empieza ahí, justo debajo del busto del rey, creo que aunque la leyenda es muy conocida podríamos aquí recordarla.
    Cuentan que el rey Don Pedro en una de sus correrías nocturnas por la ciudad mató a un hombre, al día siguiente resultó ser un noble y el propio rey prometió colgar la cabeza del asesino en el lugar del crimen. Resultó que una anciana ciega había sido el único testigo del incidente y reconoció al rey por el crujido de sus articulaciones, el rey no tuvo mas remedio que reconocer su culpa y para cumplir su promesa ordenó colocar un busto con su cabeza en aquel lugar. El busto actual no es el original, éste data de alrededor de los años 1620-30.
    Desde aquí observo la calle Corral del Rey e intento imaginar como sería a mediados del siglo XVII cuando Bartolomé Esteban Murillo estableció en la misma su taller de pintura, cuantos tesoros artísticos pasarían por aquí, y cuánto dolor, pues fué sobre esa fecha cuando la peste asoló la ciudad y la mitad de la población murió, entre ellos los cuatro hijos menores del artista.
    En este punto vuela mi imaginación recreándome en el cuadro Chicos comiendo fruta.

  • Mientras Manuel y su amigo Miguel dan cuenta de los restos de comida que un arriero les había dado hacía un rato en la plaza de la Alfalfa por ayudarle a descargar su mercancía, un hidalgo con el cabello algo largo y tez clara, elegantemente vestido aunque con bastante austeridad, observaba fijamente a los dos zagales, Manuel, el chico que vestía una saya parda sobre una vieja camisa blanca y dejaba ver sus descalzos pies por debajo de los pantalones que de rotos ya no eran más que jirones, reparó, con sus vivos ojos negros, en aquel hombre y ante la inquisitiva mirada no tardó en dirigirse a él.
    -¿Desea algo vuestra merced?
    Bartolomé Esteban Murillo, en cuya retina ya había quedado reflejada aquella imagen que tiempo después seria inmortalizada por el artista, sacudió la cabeza como saliendo de un pequeño trance, sacó un pañuelo y secando el sudor de su ya amplia frente, contestó al chiquillo.
    -¿Te gustaría ganar un maravedí?
    -Depende ¿Qué hay que hacer?
    -Llevar un encargo.
    -¿Lejos?
    -A la iglesia de Ómnium Sanctórum.
    El chico, lo pensó un instante aunque los dos sabían que aceptaría, ya que un pillastre como él no iba a perder una ocasión así.
    -Venga ese encargo-Respondió al fin.
    -Dos blancas ahora y otras dos cuando vuelvas.
    -Que sean tres ahora y una a la vuelta.
    -¿Y si no haces la entrega y no vuelves?
    -¿Y si al volver no hay mas blancas?
    -Murillo sonrió ante la viveza del muchacho y con un gesto le indicó que le siguiera.
    Desde el mercado de la Alfalfa donde se encontraban, se dirigieron por la calle Candilejos hacia la calle Corral del Rey, donde el pintor tenia su taller, y allí le entregó al zagal un lienzo y las tres blancas.
    -¿Cómo te llamas?-Preguntó Murillo.
    -Manuel Campos, para servirle a vuestra merced.
    -No te retrases Manuel-Inquirió el artista- podría haber mas encargos.
    Murillo observó como el chico regresaba por donde habían venido y cuando lo perdió de vista, se introdujo en su taller.
    Manuel se encaminó por la calle de los Boteros hacia la plaza de los Descalzos (Plaza de San Pedro) y de allí cruzando la recién denominada calle Imagen, antigua calle Calcetas de San Pedro, se adentró por calle Alcázares(Santa Ángela de la Cruz), hacia Calderería de San Juan de la Palma, ya tomaba la calle Feria cuando un alboroto le sobresaltó, instintivamente tocó el lienzo que había guardado entre sus ropas y echó a correr sin saber muy bien hacia donde dirigirse. Al pronto decidió refugiarse en un portal y fue cuando oyó los gritos con claridad.
    -¡VIVA EL REY DE ESPAÑA, Y MUERA EL MAL GOBIERNO!
    Una muchedumbre, avanzaba por la calle hacia donde él se encontraba, justo al llegar a su altura, vió como el objetivo era la casa donde él se hallaba.- Aquí- grito el que encabezaba la revuelta- Aquí capitán.
    Un hidalgo vestido de calidad, sin duda noble, se abrió paso entre la muchedumbre.
    -Zagal-Gritó dirigiéndose a Manuel, que se había quedado paralizado- Dile a tu señor el Marques de la Algaba, que yo, Juan de Villasis, Caballero de la Orden de Calatrava, requiso su palacio, y si no opone resistencia, ni él ni su familia sufrirán daño alguno.
    Manuel tragó saliva, ¿Mi señor?-pensó- ¿Palacio?- Entonces reparó en que lo habían confundido con un sirviente de la casa donde se había parapetado.-No, yo no….-Titubeó un momento- Mi capitán yo no soy sirviente, yo solo he llegado el primero.
    -Aparta muchacho- Le gritó el que parecía ser el lugarteniente del capitán, dándole un empujón- Vamos derribémos la puerta.
    Manuel Campos acababa de unirse a un motín popular, su instinto le había dicho que era lo más prudente, y allí estaba. El Marques tardo poco en salir huyendo, por suerte su familia se encontraba en una hacienda que poseía en Sanlúcar de Barrameda, y junto con dos criados puso pies en polvorosa.
    En seguida al chico se le asignó, junto con otros, la tarea de almacenar en una alcoba el pan que había sido requisado por la fuerza a los panaderos de Alcalá y El Viso. Manuel se daba cuenta de que la revuelta no duraría mucho, pues ya había habido otras y al final el pueblo, que lo que quería era pan pero carecía de organización militar, era reducido rápidamente.
    Mientras, al taller de Murillo ya había llegado la noticia del motín de la Feria, y el pintor se afanaba en cerrar las puertas y poner rumbo a su casa con su familia. El lienzo ya lo había dado por perdido.
    Manuel observaba a Juan de Villasis, que daba ordenes a todos y de cuando en cuando se reunía aparte con los que parecían ser los cabecillas, continuamente entraban y salían de la casa emisarios que llevaban y traían mensajes de las casas de otros nobles reunidos para detener la revuelta.
    Tras un par de horas de frenética actividad, los ferianos se dieron cuenta de que su revolución tenía poca salida y algunos empezaron a pensar en como sacar tajada, aprovechando para robar algunos enseres de la casa, fué entonces cuando recordó Manuel el encargo del pintor, pero al tocar el sitio donde lo llevaba escondido descubrió que lo había perdido.
    -¿Buscas ésto muchacho?-Le susurró un hombre al que le faltaba un ojo que se hallaba a su lado mientras le enseñaba el lienzo enrollado- Esta muy mal robar zagal-añadió empezando a reír sonoramente.
    -Devolvédmelo, es mío- Gritó Manuel Campos.
    -¿Tuyo mocoso?- Vamos ésto va ha terminar, así que vete por donde has venido.
    Manuel no lo dudó un instante y armándose de valor se abalanzó sobre el hombre que solo tuvo que mover un brazo para que el muchacho saliera despedido y fuese a dar con sus huesos en el suelo cayendo junto a una chimenea. Al levantarse vio un atizador y sin dudarlo se encaminó al hombre que, distraído, conversaba con otro y ya se había olvidado del muchacho, no lo pensó dos veces y le asestó un fuerte golpe en la cabeza, quedando el tuerto, al que así llamaban, tumbado boca abajo con una gran brecha en la frente. Manuel cogió el lienzo y se dispuso a salir de allí rápidamente.
    -Detente-Oyó gritar a su espalda en el momento que sus piernas empezaban a correr-Detenedlo.
    Dos hombres armados le cortaron el paso y el chico se detuvo. Juan de Villasis llego hasta el y le dijo.
    -Muéstrame lo que escondes hijo, debe ser muy importante para jugarte la vida.
    -No lo he robado señor, yo ya lo traía cuando llegué aquí y debo entregarlo donde me indicaron- Dijo desenrollando el cuadro.
    La Virgen del Rosario apareció ante la vista del capitán, que reconoció enseguida el pincel del maestro Murillo, el ambiente vaporoso, la primorosa figura infantil, las expresiones devotas y naturales, la figuras con detalles minuciosos y difuminadas en sus perfiles, la idílica figura femenina...
    -Bien muchacho, entrega el encargo y dile a mi buen amigo Bartolomé, que cuide al recadero pues se lo ha ganado.
    La iglesia de Ómnium Sanctorum constituye uno de los ejemplos más clásicos de templo de estilo gótico-mudéjar. De la Iglesia fundada por San Fernando y que comenzó a construir en el siglo XIII probablemente no quede más que la portada de los pies, labrada en piedra y constituida por un arco apuntado con arquivoltas con labor decorativa en zigzag y baquetones. En la línea de impostas se disponen relieves con cabezas humanas. Sobre el dintel se abre una ventana mudéjar realizada en la reconstrucción de 1356.
    Cuando Manuel llegó al templo ya era noche cerrada en Sevilla, pero por suerte se encontraba todavía en su interior el Marques de la Mina, patrono de la imagen que se acababa de colocar en la capilla mayor tras la fundación en la misma de la “Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental de Nuestra Señora Reina de Todos los Santos, Madre del Amor Hermoso y Medianera Universal de todas las Gracias. Éste le recibió y el muchacho pudo hacer la entrega del lienzo.

    - Deberías tener un aprendiz Bartolomé- Dijo Juan de Villasis mientras terminaba de llenar la copa de su amigo Murillo- Creo que el otro día diste con un zagal bastante espabilado.
    -La verdad es que si-contestó el pintor- Me pregunto cómo te has enterado.
    -Bueno, las noticias vuelan-Juan de Villasis era hermano del Conde de Peñaflor y conocía a Murillo desde que éste era niño, pues fue íntimo de su cuñado Juan Agustín de Lagares casado con su hermana Ana. Murillo, huérfano a los diez años de edad, quedó al cuidado de ésta y su marido al que el pintor estuvo muy unido hasta el punto de ser nombrado su albacea testamentario.
    A Juan de Villasis le gustaba compartir con Murillo una jarra de vino de vez en cuando en alguna de las muchas tabernas que había en la ciudad y, aunque desde el matrimonio de Bartolomé siete años antes, se veían con menos frecuencia, cuando coincidían no desaprovechaban la oportunidad de ponerse al corriente de sus vidas en compañía de un buen caldo.
    Aquella tarde se acercó Juan al taller del maestro, para conversar con él y sus pasos les llevaron a la taberna Las Escobas situada frente a la catedral.
    -También dicen-Repuso Murillo- Que un caballero con dotes de mando estuvo capitaneando a los amotinados pero no se sabe bien quién fue, ¿No sería alguien que jugara con dos barajas?
    Juan de Villasis había aceptado capitanear el motín de acuerdo con el poder para así manejar a los amotinados y evitar que la nobleza fuera ultrajada.
    -Bueno dejemos la política, ¿qué me dices del chico?
    -¿A qué tanto interés, Juan?.
    -Se jugó la vida y no creo que fuera por una blanca.
    -La verdad es que ya está en mi taller, cuando defendió aquel lienzo lo hizo por dos motivos, honestidad y amor por el arte, y ambas cosas son difíciles de encontrar en un bribón que vive en la calle.
    -Sabes que muchos de esos pícaros son huérfanos de la maldita peste y hace sólo tres años no estaban en la calle.
    Y así fué como el joven Manuel Campos pasó de rufián a aprendiz de pintor y cómo, sin nunca saberlo, su rostro quedaría inmortalizado por una de las figuras mas importantes de la pintura Barroca Española, Bartolomé Esteban Murillo.


  • Nota aclaratoria:
    Me he tomado la libertad de escribir este relato ficticio incluyendo en él nombres y hechos históricos reales. Manuel Campos fue efectivamente aprendiz de Murillo pero no es el niño del cuadro ni su historia del motín es cierta. Juan de Villasis fue el capitán del Motín de la Feria pero no era amigo de Murillo. Las referencias al pintor si son ciertas. El marques de la Algaba sí existió y fué su casa la primera en ser asaltada en el motín. La epidemia de peste que asoló Sevilla en 1649 se cobró la vida de al menos 60000 personas, casi la mitad de la población de la ciudad.



    • 2 comentarios:

      1. O sea que descendemos de aquellas familias que sobrevivieron a la peste...Por cierto, me ha gustado bastante el relato : estudio de personajes, ambientación, la documentación historiográfica sobre la Sevilla del XVII...esto promete.
        Besos, Maite

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      2. Muchas gracias a mi periodista favorita, a ver si no tardo mucho con el siguiente, un beso.

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