24 de febrero de 2013

Viajes historicos e imaginarios IV



San Bartolome
Samuel Ha Levi
  Me dispongo a continuar mi viaje, estoy frente al palacio de Levíes en la entrada de la calle Céspedes, si la tomo llegaría sin duda a la iglesia de San Bartolomé, antigua sinagoga de este barrio, que junto al de Santa Cruz, conformaban la Judería de la ciudad. Me detengo aquí, pues de nuevo mi mente quiere recrear una historia, pienso en el nombre de la calle “Levies”, y recuerdo entonces la leyenda de Samuel ha- Levi. Cuentan que este Judío, tesorero del Rey Don Pedro I, se convirtió en uno de los hombres más cercanos a Su majestad, lo que le hizo muy poderoso, esto alimentó las intrigas contra el por parte de otros asesores del Rey, lo que le llevó a su encarcelamiento en Sevilla. Se registró su casa de Toledo, donde apareció un gran tesoro, pero el monarca, sospechando que Samuel escondía en Sevilla la mayor parte de sus caudales, ordenó que lo torturaran hasta que dijera el lugar donde escondía su fortuna. Samuel murió sin confesar y el tesoro quedo oculto para siempre, o no…

                                                        Sevilla, año 1361        
  Clic clac, clic clac clic clac. La rueda del potro crujía de nuevo y Samuel Levi veía la muerte mas cerca.  Notaba como su cuerpo se deformaba con cada vuelta de la implacable rueda que el verdugo manejaba con maestría. Tenía la certeza de que iba a morir, no en vano había asistido en muchas ocasiones a sesiones de tortura interminables, llevadas a cabo por aquel siniestro ejecutor, que obedecía las órdenes de su rey sin dudar.
    Samuel sabia que no había vuelta atrás, después de estar colgado por los brazos durante dos días, haber sido azotado hasta perder la conciencia en varias ocasiones y pasar por la rueda, donde sin duda muchos de sus huesos se habían quebrado para siempre, el potro era sin duda el final.
   Los lamentos de los otros reos apenas ya podía oírlos- ¿habrían dejado de gritar, o estaría perdiendo los sentidos poco a poco?- tampoco el siniestro sonido de los útiles y artefactos, usados por aquel extraño personaje, llegaban ya a sus oídos.
   -“Exaltado y santificado sea su gran nombre, amén”- Samuel empezó a recitar el Kadish (Oración hebrea),  consciente de que ya solo su alma podía salvarse.-“    En este mundo de Su creación que creó conforme a Su voluntad; llegue su reino pronto, germine la salvación y se aproxime la llegada del Mesías, amén.”
   -Era irónico pensar que había llegado a su fin por dinero, por la codicia de un Rey al que había servido fielmente como Almojarife (tesorero real), llegando a convertirse en su hombre de confianza  -“ En vuestra vida, y en vuestros días y en vida de toda la casa de Israel, pronto y en tiempo cercano y decid Amén”- incluso había sido encarcelado junto al monarca en la prisión de la ciudad de Toro, por la propia familia de este,  ayudándole posteriormente en su fuga.
   -“ Bendito sea Su gran Nombre para siempre, por toda la eternidad; sea bendito, elogiado, glorificado, exaltado, ensalzado, magnificado, enaltecido y alabado Su santísimo Nombre Amén”- Su tesoro y su fortuna eran ahora el motivo de la avaricia del Rey cruel, el tesoro y la fortuna de su familia, de sus antepasados, debía seguir perteneciendo a sus descendientes.
    -“Por encima de todas las bendiciones, de los cánticos, de las alabanzas y consuelos que pueden expresarse en al mundo, y decid: Amén. Por Israel, y por nuestros maestros y sus alumnos, y por todos los alumnos de los alumnos, que se ocupan de la sagrada Torá, tanto en esta tierra como en cada nación y nación. Recibamos nosotros y todos ellos gracia, bondad y misericordia del Amo del cielo y de la tierra, y decid: Amén ”- Había dejado ya de percibir  el olor acre de la mazmorra, sin duda debido a la mezcla de sangre, vómitos, sudor y excrementos,  unido a la falta de ventilación de aquella prisión en las Atarazanas de Sevilla, otra prueba de que sus sentidos se desvanecían y de que la muerte se apoderaba de su cuerpo como la oscuridad se apodera de la luz tras el atardecer,  -“Descienda del Cielo una paz grande, vida, abundancia, salvación, consuelo, liberación, salud, redención, perdón, expiación, amplitud y libertad, para nosotros y para todo Su pueblo Israel, y decid: Amén. ”- Tan solo sus ojos conservaban algo de vida, cuando se cruzaban con los del verdugo, se estremecía ante la seguridad de un nuevo tormento. Ahora, sin embargo, su mirada parecía mostrar algo de compasión, incluso aparentaba pedir perdón. Si, por supuesto, podía perdonarle, porque no iba a hacerlo, aquel hombre solo era un instrumento que hacia su trabajo.
    -Te perdono-susurro Samuel con su ultimo aliento, y después todo se oscureció y ya no sintió nada mas, ni dolor, ni frio, ni calor, ni pena, ni miedo, ni odio, ni rabia, la muerte como la noche había llegado.
    - El que establece la armonía en Sus alturas, nos dé con sus piedades paz a nosotros y a todo el pueblo de Israel, y decid: Amén.- Rajam, que así se llamaba el verdugo y que significa “El misericordioso”, cerro los ojos de Samuel mientras terminaba de recitar el Kadish, la oración a los muertos que el tanto conocía y tantas veces había recitado.
                                                        El día anterior.
    Rajam llevo la taza hasta sus labios y degusto el té que contenía con un pequeño sorbo, siempre se sentía incomodo en la lujosa estancia donde una o dos veces al mes lo recibía el rabino, incomodo como aquella delicada taza en unas manos solo acostumbradas a manejar utensilios creados para infringir dolor.
      Rajam era un solitario, un hombre sombrío, cuya vida transcurría vacía de emociones, un hombre sin fe y sin sentimientos que reaccionaba con indolencia ante los sufrimientos de los demás, pero no siempre fue así.
   El día en que Rajam perdió su voluntad fue el mismo que perdió a Zemira, y el mismo que conoció el odio, y el mismo en que cruzo su mirada por primera vez con aquellos perversos ojos que se quedaron en su recuerdo para siempre, porque aquel hombre de mirada gélida, se llevó la vida de su esposa Zemira y a Rajam solo le quedo vacío y oscuridad.
    Rajam cambio el bando de los justos por el de los infames, el odio se convirtió en su único compañero y fue ese odio el que lo llevo a convertirse en aquella especie de sádico, al servicio de la corona, cuya única misión era infligir dolor sin preguntar porque.
    -¿Podrás hacerlo esta noche?-Pregunto el rabino- El sitio de costumbre está preparado.
   -No es tan sencillo- Rajam hablo sin levantar la vista de su taza, que corría el peligro de romperse por la presión de sus manos.
   - Nunca te he visto tan preocupado.
   -Este es diferente, el Rey sigue muy de cerca y personalmente el proceso, o deja a alguien de su confianza, bien de su guardia personal, o al nuevo almojarife Don Francisco Ferrandez del Marmolejo.
   -Se ha dado mucha prisa Don Pedro en buscarle un sustituto a Levi-Reflexiono el rabino- Es probable que ya tuviera al candidato hace tiempo.
   Jaim, el Rabí de Sevilla, tenía sus ojos clavados en la magnífica torre, a la que llamaban del oro, en esos momentos se le estaba añadiendo un segundo cuerpo superior cuya construcción, ordenada por el Rey Don Pedro I, Jaim había podido seguir a diario, gracias a la privilegiada vista que le ofrecía el ventanal que presidia la estancia donde pasaba la mayor parte de su tiempo.
  Rajam frunció el ceño preocupado, apuró el contenido de su taza y se dirigió al rabino.
   -Este será el último, he tomado la decisión de irme y quisiera saber si sería posible hacerlo en el mismo transporte que él.
   Rajam llevaba dándole vueltas a aquella decisión varios meses, habían pasado tres años desde que el hombre cuyos ojos no podía olvidar, se había cruzado de nuevo en su camino, pero aquella vez todo fue diferente, ya que él era el verdugo y el reo estaba a su merced. Durante tres días Rajam torturo a aquel infeliz para vengar a su esposa pero solo al final pudo apagar de sus ojos aquella perversa mirada que le había perseguido durante tanto tiempo. A partir de entonces todo cambió, ya no podía impartir dolor sin arrepentirse, sus pesadillas cambiaron, pero no desaparecieron, ahora en sus sueños él era el hombre de mirada gélida, y Zemira su esposa huía. Con su venganza la había perdido para siempre.
   Entonces apareció Jaim y le propuso salvar de la muerte a los judíos que llegaran a su mazmorra, al principio lo dudó, sin duda era peligroso, pero se dio cuenta de que su vida ya no le importaba y decidió hacerlo. Desde entonces muchos hombres habían salvado la vida gracias a ellos, el Rabino le daba sus nombres antes incluso de que llegaran, el tenía que atormentarlos para que fuese creíble a los ojos del Rey, pero la corona no se ocupaba nunca de los moribundos y menos aún de los muertos, entonces era cuando Rajam los drogaba y los sacaba de allí sin que nadie hiciera preguntas, una vez fuera los hombres de Jaim se encargaban del traslado.
    -Puedes irte cuando quieras, lo sabes- dijo el Rabino volviéndose hacia Rajam- y contaras con toda mi ayuda tanto aquí como en Fez o en Debdou,  te echaremos de menos.
    - Lo sé, pero la decisión está tomada, por fin mis pesadillas han desaparecido. Esta noche sacare a Levi y me iré con él.
    Esa noche, una barcaza hacía un viaje sin retorno con dos personas que habían unido sus vidas para siempre, Rajam y Samuel comenzaron al pie de la torre del Oro una aventura que les llevaría a tierras Africanas, donde durante más de dos siglos llegaron masivamente los judíos sefardíes que, como ellos,  escapaban del clima de persecución e intolerancia que se iba apoderando progresivamente de la Península Ibérica.
   Mientras, Jaim, observaba el nuevo cuerpo de la torre que brillaba bajo la luz de la luna, esa luz que debía alumbrar la travesía de los dos viajeros que abandonaban esa noche Sevilla para siempre. Cada uno pensando en lo que dejaba atrás, Rajam en Zemira y Samuel en su tesoro.
 
 
 
 


18 de octubre de 2010

Viajes historicos e imaginarios III

   Ya es hora de continuar mi paseo y me encamino hacia la iglesia de San Esteban por la calle de su mismo nombre, este templo, de estilo gótico-mudéjar, estuvo muy unido al protagonista de mi anterior historia, pues aquí se custodiaban unas reliquias traídas de Tierra Santa por don Fadrique Enríquez de Ribera. Y como veremos después, también tendrá relación esta iglesia con mi siguiente historia puesto que en ella fue bautizado el pintor Juan de Valdés Leal.


   Tomo la calle Cristo del Buen Viaje hasta la calle del Vidrio y al llegar a la calle Garci Pérez vislumbro a la derecha la Plaza de las Mercedarias, ya en pleno barrio de San Bartolomé, antigua judería de Sevilla, en esta plaza conviven dos congregaciones religiosas. Las Mercedarias Descalzas, comunidad establecida en este lugar desde 1633. La pequeña placita se amplió a consecuencias del incendio que sufrió el convento en julio de 1936, que acabó con parte del edificio. Del convento se conserva la iglesia, en el lado oeste de la plaza. Las Mercedarias tienen actualmente aquí un colegio .En la acera norte de la plaza está el Monasterio de la Visitación de la Orden de las Salesas, construido en 1894.

   Atravesando la plaza giro a la izquierda por calle Levíes lo que me enfrenta a mi siguiente destino, el palacio de Levíes donde vivió el venerable Don Miguel de Mañara.

   Encontramos una particularidad en las ventanas de este palacio y es que sus once rejas son diferentes, constituyendo esto un muestrario de la forja Sevillana del siglo XVII.

   Observando este palacio de estilo renacentista e imaginando a Miguel de Mañara crecer entre sus muros, doy de nuevo rienda suelta a mi fantasía y me pregunto porque un hombre que lo tenia todo para llevar una vida cómoda, pone su vida y su fortuna al servicio de los mas necesitados y al final de sus días sigue considerándose a si mismo una mala persona, según su epitafio escrito por el mismo, “Aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo”.

                    14 de Mayo de 1679 Iglesia de San Jorge


   Fray Juan de la Presentación alzo la mirada hacia el retablo de la iglesia de la caridad, era en esos momentos en los que se encontraba solo en el templo, ya caída la tarde tras la ultima misa del día, cuando se permitía admirar toda la ornamentación diseñada por Don Miguel de Mañara. Todo le parecía extraño en aquellos momentos de recogimiento, tras ser el confesor de Miguel durante más de quince años, además de amigo y consejero, la muerte de este hacía solo cinco días, le había cogido por sorpresa.

   Admiró una vez mas el “Santo entierro de Cristo”, obra central del retablo, siempre le conmovía la gran solemnidad y armonía de los personajes esculpidos por Pedro Roldan en aquella obra, en la que se reflejaba la ultima obra de misericordia, enterrar a los muertos. Bernardo Simón de Pineda, autor del retablo, contó también con el pintor Valdés Leal para realizar la policromía de las esculturas de Roldan. Fray Juan observo el ático del retablo, las tres Virtudes, Fe, Esperanza y Caridad, se hallaban allí representadas por tres tallas también de su amigo Pedro.

   Se volvió entonces dando la espalda al maravilloso conjunto y se dispuso a repetir su recorrido por la iglesia, apagando algunas velas antes de cerrar el templo. Las seis pinturas de Murillo sobre la misericordia flanqueaban esa parte del templo y Fray Juan se admiro una vez más de como Mañara había convencido a artistas tan prestigiosos como Murillo, Valdés Leal, Pedro Roldán y Bernardo Simón de Pineda, para que plasmaran su inspiración acerca de la caridad cristiana sobre aquellos muros.

   Sobre el coro, un ultimo rayo de luz escapaba de la noche implacable, iluminando el rostro del emperador Heraclio despojándose de sus vestiduras para entrar en Jerusalén con pobreza y recogimiento tal como lo hizo Jesús, “La exaltación de la cruz” pintado también por Valdés, mostraba la dificultad de la salvación de los ricos, a esta esperanza de salvación había dedicado su vida y su fortuna Miguel de Mañara. Sin embargo, bajo el coro, Valdés Leal con sus obras “In ictu oculi” a la izquierda y “Finis gloriae mundi” a la derecha, muestra con crudeza la idea de Don Miguel sobre la caducidad de la vida, y Fray Juan de la Presentación, confesor y amigo del hombre mas piadoso que había visto Sevilla, no pudo evitar estremecerse al recordar que ahora, entre los dos lienzos, reposaban también sus restos, “Aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo”, recordó, el religioso, el epitafio que seguía sin comprender, ¿Que atormentó su alma hasta el punto de tener un concepto tan vil de si mismo?

   Fue allí junto a la cripta donde percibió la presencia de alguien. Se acercó despacio y fue distinguiendo poco a poco el hábito oscuro, sin duda era una religiosa, pero ¿Que hacía allí? Ya a su lado observó su rostro y reconoció a la hermana Rosalía, monja Clarisa muy cercana a la madre superiora de la orden y posiblemente su sucesora.

   -Es muy tarde hermana, ¿ha venido a confesar?
   -No puedo confesar padre, ayúdeme.

   Apenas un hilo de voz y un casi imperceptible movimiento de sus labios, fueron suficientes para que Fray Juan comprendiera la gravedad y sufrimiento de su espíritu.

   -No puedo ser perdonada, padre. He pecado durante toda mi vida y he condenado mi alma y la de otra persona para siempre.
   -Cuéntamelo, hija mía, y deja para el Señor esa decisión.
   -Éramos muy jóvenes, apenas unos niños, hace tanto tiempo -Sor Rosalía hizo una breve pausa, un profundo suspiro rompió la profunda quietud de su cuerpo relajando un poco su postura como preámbulo a la historia que había ocultado tanto tiempo.- Éramos primos, ¿sabe padre?, si, mi madre Isabel Anfriano Vicentelo era Hermana de Jerónima, la madre de Miguel.
   -¿Estas hablando de Mañara?-La voz de Fray Juan se quebró por la sorpresa.
   -Si padre, dejamos de ser niños muy pronto, el perdió a sus hermanos a los trece años y en mi halló el consuelo a su soledad, pues su padre estaba demasiado ocupado con su notoria vida y su madre se refugió en la compañía de Jesús para llorar la muerte de sus hijos, Miguel pasó a ser el primogénito pero su madre se oponía a nuestro amor, habló con mi madre, su hermana, y se decidió que yo ingresara en el convento de Santa Clara donde ya otra hermana de ambas había profesado.

   Sor Rosalía escondió el rostro entre sus manos y Fray Juan comprendió el dolor que le causaba recordar aquellos años.

   -Hija mía eso fue hace mucho tiempo.
   -Si padre, mucho tiempo, yo tenia 16 años cuando ingrese novicia y Miguel 21-La hermana había vuelto a levantar el rostro, sus enrojecidos ojos miraban perdidos la interminable oscuridad del templo y su voz había recuperado la templanza y seguridad del que ya nada tiene que esconder- El quería escapar conmigo a Italia, planeaba una fuga distinta cada día, pero ambos sabíamos que nuestro amor era imposible, nuestras familias eran demasiado poderosas y llegaban a toda Europa, entonces me propuso embarcar a las Américas, pero yo no quise, supongo que por miedo, no lo se- Sor Rosalía apretó los labios y Fray Juan observó un leve temblor en su barbilla, su voz sonó un poco mas quebrada durante un instante, una pausa después, se recompuso y prosiguió su relato- Si tuvo que ser miedo.
   -Pero Don Miguel contrajo matrimonio siendo muy joven.
   - Su padre falleció poco después y el testamento disponía que su hijo debía contraer matrimonio antes de un año, a los cuatro meses se caso por poderes con Doña Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza y Castrillo, pero nunca la amó.
   -Pero el se dedico plenamente a ella.
   -Yo deseaba que ella muriera, padre, con toda mi alma, sabía que el regresaría por mi. Trece años después sucedió y cuando me llegó la noticia di gracias a Dios, y no me arrepiento, padre, no puedo.
   -¿Y el volvió?- Fray Juan se dio cuenta de que aquello ya no era una confesión ante el Señor y pregunto mas como amigo de Miguel que como sacerdote.
   - Si regresó. Un día apareció en el convento, tenía una posición importante y eso le abría muchas puertas, incluso la de una monja,- Sor Rosalía mudó su semblante recordando aquella noche, en la que olvidaron quienes eran y se sintieron amantes por primera vez.
   -¿Yacisteis juntos?- El sacerdote vio la respuesta reflejada en el rostro de Sor Rosalía, que sonreía por primera vez en toda la noche, incluso sus ojos habían adquirido un brillo especial, si, no hacían falta palabras.

   Tras unos instantes, la expresión de la monja volvió a endurecerse, el brillo de sus ojos se ocultó como si un velo cubriese su mirada, y sus labios adquirieron la rigidez anterior transformando la sonrisa en una fina y recta línea.

   -Antes de irse, aquella mañana, Miguel me pidió por ultima vez que escapara con el, y por segunda vez le di la espalda, no podía hacerlo, pensé que ya era tarde para nosotros, que nuestro tiempo había pasado y no me di cuenta que con ello condenaba para siempre su alma,”No te arrepientas nunca de nuestro amor” –Me dijo- “algún día estaremos juntos para siempre”, ahora se a que se refería, si yo muero en pecado me reuniré con el para siempre aunque sea en el purgatorio.
   -Hermana, no me cabe duda de que Miguel ha salvado su alma con su obra.

   La hermana Rosalía reposo la frente sobre sus manos ocultando su rostro y guardó silencio a la espera de las palabras del sacerdote.

   -Dedicó vida y fortuna a los mas necesitados, asistió a los enfermos hasta el punto de construir un hospital solo para necesitados, enterró a los muertos, dio de comer a los hambrientos, y recreo la caridad cristiana entre estos muros, creedme hermana es mas que suficiente para salvar un alma. No he conocido hombre mas piadoso y entregado a los demás, seguro que Dios nuestro Señor lo ha acogido en su seno, así que no dudes en arrepentirte, has dedicado tu vida a la oración y Dios es misericordioso y te perdonará, solo así te reunirás con el cuando el Señor te llame.

   Sor Rosalía levantó el rostro, las lágrimas corrían por sus mejillas desde sus enrojecidos ojos hasta la barbilla que ahora si temblaba sensiblemente, no pudo más y estallo en un llanto sin consuelo que rompió el inmenso silencio de la iglesia.

   -Perdóneme padre porque he pecado – dijo por fin entre sollozos-
   -Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.

   No hablaron mas, solo rezaron ante la tumba de Don Miguel de Mañara, no se movieron hasta el alba, como si la noche les hubiera capturado e inmovilizado y los primeros rayos de luz rompieran sus ataduras, apenas el templo fue saliendo de su oscuridad, ellos se levantaron y partieron hacia sus destinos, compartiendo ahora un secreto que sin duda se llevarían a la tumba.



Don Miguel de Mañara leyendo la regla de la Santa Caridad.
Autor: Juan De Valdés Leal
Fecha:1681
Museo:Hospital de la Caridad (Sevilla)

10 de mayo de 2010

Viajes históricos e imaginarios II

 Después de mi breve incursión en la Sevilla de Murillo, vuelvo a la realidad y retorno sobre mis pasos pasando nuevamente bajo el busto de Don Pedro, prosigo mi camino y desemboco en la calle Águilas, la sensación al caminar por una vía que fue el Decumano Máximo de la Hispalis romana y la entrada principal de la ciudad durante siglos es apasionante, decido caminar en dirección extramuros y, tras dejar a la derecha la calle Vírgenes,me encuentro la Casa-Palacio de las Águilas con sus dos rapaces en piedra vigilando desde el siglo XVIII la calle y dando nombre a la misma. Pero mi destino final de este capitulo se encuentra algo mas adelante, como no la Plaza de Pilatos.
  Sentado junto al monumento a Zurbarán, rodeado de naranjos, dama de noche, acacias y jazmines, observo emergentes las tres palmeras que completan la jardinería de la plaza y lentamente mi mirada se centra en la fachada de la Casa de Pilatos. La figura de Don Fabrique ocupa ahora mis pensamientos, quizás el desconocimiento popular no hace justicia a la relevancia histórica del Marques de Tarifa, pues fue el quien organizó, en Sevilla, el primer Vía Crucis fuera de Tierra Santa, lo que se convertiría con el paso del tiempo en la actual Semana Santa de la ciudad. Pero no solo la faceta espiritual de este personaje ha de ser tenida en cuenta, ya que su personalidad humanista le llevo a importar a la ciudad a través de su palacio, todo el arte renacentista italiano, perdurando su huella en nuestro entorno para siempre.
  Mi imaginación vuelve a viajar en el tiempo situándome en una alcoba del palacio que tengo enfrente hace casi cinco siglos.

                         " Sevilla 1538 Palacio de Don Fadrique (Hoy Casa de Pilatos)."

-He llegado, estoy donde El estuvo, piso donde El pisó, no, no le veo, Jesucristoooooo.


El Marques de Tarifa despertó de su sueño sobresaltado y sudoroso, como tantas y tantas noches.

-Señor estáis aquí, en Sevilla, en vuestra casa-Le tranquilizó su fiel mayordomo, don Alonso de Villafranca.

-¿Qué?, ¿donde estoy?- titubeo don Fadrique-Era El, Jesucristo, estaba ahí.

Don Fadrique Enríquez de Ribera, Adelantado de Andalucía, Marqués de Tarifa, alcalde mayor de Sevilla, señor de Alcalá de los Gazules y Caballero de la Orden de Santiago, había peregrinado a tierra santa veinte años atrás, ahora a sus 62 años de edad, los recuerdos de aquel viaje le atormentaban en sus sueños, y la búsqueda espiritual que había creído encontrar con su peregrinación a Tierra Santa, se le antojaba desde su regreso a Sevilla incompleta, llevaba pues veinte años de angustia buscando en su tierra lo que no pudo traerse de Jerusalén, el Paraíso.

Don Alonso espero al pie del lecho de su señor a que este volviera a dormir, tras darle las hierbas que Nicolás Monardes, el medico de casi toda la aristocracia sevillana, le había recetado.

Don Fadrique sufría grandes dolores, preludio de una muerte que se le antojaba cercana y tan solo aquellas hierbas, traídas de las Indias, mitigaban su sufrimiento sumiéndolo en un confuso estado entre sueño y realidad.

El sueño le llevo de nuevo a Jerusalén, Don Fadrique recorrió el camino ultimo que hizo Jesús antes de llegar al Calvario, desde la Puerta de los Leones hacia el Oeste a través de la ciudad antigua y dirigió sus pasos hacia la iglesia del Santo Sepulcro, fue allí donde el peregrino, tras confesar sus pecados y participar en la Eucaristía obro su ansiado encuentro con Dios.

Don Alonso observo la relajación en el rostro del marques y supo en que punto del viaje se encontraba, tras tantas noches de vigilia junto a el, sabia interpretar perfectamente las expresiones de aquel semblante ahora reposado.

                                         " Sevilla 1520 Humilladero de la Cruz del Campo."


Entraban ya en Sevilla por el camino de Carmona, a un lado comenzaban a levantarse ya los caños de las aguas y observo Don Fabrique como entre unos álamos situados en la que llamaban huerta de los Ángeles se levantaba una cruz.

-Alonso, ¿A que distancia estaremos de palacio?

-A poco más de 2000 varas señor.

El humilladero de la Cruz del Campo, pertenecía a la cofradía de los negros (Actualmente de los Negritos), y junto a ella existía una ermita-hospital para los negros desvalidos, esclavos con deficiencias por defectos físicos o por vejez que se convertían en una carga para sus dueños, a algunos se les permitía continuar en casa de sus amos, muy pocos eran vendidos a bajo precio y el resto eran acogidos en hospitales de caridad. Don Fadrique se dio cuenta que la distancia de su casa con la Cruz del Campo, casi coincidía con los 1321 pasos que dio Jesús entre el Pretorio y el Calvario antes de ser crucificado.

-Alonso-El mayordomo noto que la voz de su señor había perdido de pronto todo el cansancio acumulado en el viaje - En cuanto lleguemos, que un criado cuente los pasos desde el palacio hasta aquí.

-¿Pero señor?-El mayordomo no siguió con su replica, pues el marques había vuelto a sumirse en el silencio aislado que le había acompañado desde que salieron de Milán en su regreso de tierra Santa.

Alonso de Villafranca era un hombre culto y se dio cuenta durante el viaje como el Marques que salió de Bornos militando en las armas, se había convertido en un militante de las letras y como este cambio se había suscitado sobre todo en su periplo italiano, la cosmopolita Venecia, Florencia donde como huésped de los Medici conoce el renacimiento, Roma donde el papa León XIII le introduce en su corte artística, Nápoles y su gran actividad comercial, Pisa, Bolonia, Génova, en definitiva Italia había reforzado su cultura humanista.

                                            "Sevilla 1539 Palacio."

-Alonso ¿lo ves?, te lo dije 1321 pasos, los mismos que en Jerusalén, Dios me manda una señal, mi casa será la primera estación y el vía crucis concluirá en, en, la cruz-La voz de don Fabrique se fue apagando- La cruz de los negros, La cruz del Campo, la, la…

-Descanse señor, el Vía crucis ya se hace desde hace 19 años, todos los viernes de cuaresma.

-Alonso, las estatuas, los tapices, los cuadros, los mármoles, las fuentes, todo esta al llegar de Italia, tenemos que colocarlo todo, tengo que mostrar a todos mi palacio.

-Mi señor, su palacio ya es objeto de admiración y ya en toda la ciudad se transforman palacios, casas, iglesias y retablos, señor marques, su ejemplo ya se extiende por todo el reino.

Era el día 6 de Noviembre de 1539, Don Fadrique Enríquez de Ribera se durmió por ultima vez, en su ultimo sueño vio varias filas de penitentes, que tras salir de su casa (la de Pilatos) y atravesando la Puerta de Carmona hacia el convento de San Agustín, cruzaban el arroyo Tagarete acompañados a un lado por los Caños de Carmona desde aquí al Prado de Santa Justa y Rufina salvando el foso del arroyo de Miraflores, El Árbol Gordo, La iglesia de San Benito de la Calzada y después entre huertas y álamos discurría la comitiva, flanqueada de cuando en cuando por una cruz de madera donde paraban a rezar, hasta el humilladero de la Cruz del Campo.

Vio después la casa de la puerta Real de Don Hernando Colon en la que destacaban la portada y las ventanas que reconoció en seguida del taller de los Aprile en Génova , las columnas, balaustrada y solería del mismo taller en casa de Juan de Almansa , las portadas de Don Pedro de Guzmán Conde de Olivares, incluso vio el patio de las doncellas del Alcázar, y vio estucos, maderas talladas, murales, azulejos y mármol, mármol blanco y revivió los días en Italia donde todo le parecía imposible y comprendió que todo aquello ya no estaba tan lejano.

Y entonces comprendió que su búsqueda había concluido años atrás en Tierra santa y que su fe viviría en Sevilla para siempre, solo entonces descanso.


12 de abril de 2010

Viajes históricos e imaginarios I

  • Mi viaje comienza en la calle Cabeza del Rey Don Pedro, en Sevilla. ¿Por que ahí?, y porque no. Por la leyenda, por su situación, porque me apetece, que más dá, simplemente empieza ahí, justo debajo del busto del rey, creo que aunque la leyenda es muy conocida podríamos aquí recordarla.
    Cuentan que el rey Don Pedro en una de sus correrías nocturnas por la ciudad mató a un hombre, al día siguiente resultó ser un noble y el propio rey prometió colgar la cabeza del asesino en el lugar del crimen. Resultó que una anciana ciega había sido el único testigo del incidente y reconoció al rey por el crujido de sus articulaciones, el rey no tuvo mas remedio que reconocer su culpa y para cumplir su promesa ordenó colocar un busto con su cabeza en aquel lugar. El busto actual no es el original, éste data de alrededor de los años 1620-30.
    Desde aquí observo la calle Corral del Rey e intento imaginar como sería a mediados del siglo XVII cuando Bartolomé Esteban Murillo estableció en la misma su taller de pintura, cuantos tesoros artísticos pasarían por aquí, y cuánto dolor, pues fué sobre esa fecha cuando la peste asoló la ciudad y la mitad de la población murió, entre ellos los cuatro hijos menores del artista.
    En este punto vuela mi imaginación recreándome en el cuadro Chicos comiendo fruta.

  • Mientras Manuel y su amigo Miguel dan cuenta de los restos de comida que un arriero les había dado hacía un rato en la plaza de la Alfalfa por ayudarle a descargar su mercancía, un hidalgo con el cabello algo largo y tez clara, elegantemente vestido aunque con bastante austeridad, observaba fijamente a los dos zagales, Manuel, el chico que vestía una saya parda sobre una vieja camisa blanca y dejaba ver sus descalzos pies por debajo de los pantalones que de rotos ya no eran más que jirones, reparó, con sus vivos ojos negros, en aquel hombre y ante la inquisitiva mirada no tardó en dirigirse a él.
    -¿Desea algo vuestra merced?
    Bartolomé Esteban Murillo, en cuya retina ya había quedado reflejada aquella imagen que tiempo después seria inmortalizada por el artista, sacudió la cabeza como saliendo de un pequeño trance, sacó un pañuelo y secando el sudor de su ya amplia frente, contestó al chiquillo.
    -¿Te gustaría ganar un maravedí?
    -Depende ¿Qué hay que hacer?
    -Llevar un encargo.
    -¿Lejos?
    -A la iglesia de Ómnium Sanctórum.
    El chico, lo pensó un instante aunque los dos sabían que aceptaría, ya que un pillastre como él no iba a perder una ocasión así.
    -Venga ese encargo-Respondió al fin.
    -Dos blancas ahora y otras dos cuando vuelvas.
    -Que sean tres ahora y una a la vuelta.
    -¿Y si no haces la entrega y no vuelves?
    -¿Y si al volver no hay mas blancas?
    -Murillo sonrió ante la viveza del muchacho y con un gesto le indicó que le siguiera.
    Desde el mercado de la Alfalfa donde se encontraban, se dirigieron por la calle Candilejos hacia la calle Corral del Rey, donde el pintor tenia su taller, y allí le entregó al zagal un lienzo y las tres blancas.
    -¿Cómo te llamas?-Preguntó Murillo.
    -Manuel Campos, para servirle a vuestra merced.
    -No te retrases Manuel-Inquirió el artista- podría haber mas encargos.
    Murillo observó como el chico regresaba por donde habían venido y cuando lo perdió de vista, se introdujo en su taller.
    Manuel se encaminó por la calle de los Boteros hacia la plaza de los Descalzos (Plaza de San Pedro) y de allí cruzando la recién denominada calle Imagen, antigua calle Calcetas de San Pedro, se adentró por calle Alcázares(Santa Ángela de la Cruz), hacia Calderería de San Juan de la Palma, ya tomaba la calle Feria cuando un alboroto le sobresaltó, instintivamente tocó el lienzo que había guardado entre sus ropas y echó a correr sin saber muy bien hacia donde dirigirse. Al pronto decidió refugiarse en un portal y fue cuando oyó los gritos con claridad.
    -¡VIVA EL REY DE ESPAÑA, Y MUERA EL MAL GOBIERNO!
    Una muchedumbre, avanzaba por la calle hacia donde él se encontraba, justo al llegar a su altura, vió como el objetivo era la casa donde él se hallaba.- Aquí- grito el que encabezaba la revuelta- Aquí capitán.
    Un hidalgo vestido de calidad, sin duda noble, se abrió paso entre la muchedumbre.
    -Zagal-Gritó dirigiéndose a Manuel, que se había quedado paralizado- Dile a tu señor el Marques de la Algaba, que yo, Juan de Villasis, Caballero de la Orden de Calatrava, requiso su palacio, y si no opone resistencia, ni él ni su familia sufrirán daño alguno.
    Manuel tragó saliva, ¿Mi señor?-pensó- ¿Palacio?- Entonces reparó en que lo habían confundido con un sirviente de la casa donde se había parapetado.-No, yo no….-Titubeó un momento- Mi capitán yo no soy sirviente, yo solo he llegado el primero.
    -Aparta muchacho- Le gritó el que parecía ser el lugarteniente del capitán, dándole un empujón- Vamos derribémos la puerta.
    Manuel Campos acababa de unirse a un motín popular, su instinto le había dicho que era lo más prudente, y allí estaba. El Marques tardo poco en salir huyendo, por suerte su familia se encontraba en una hacienda que poseía en Sanlúcar de Barrameda, y junto con dos criados puso pies en polvorosa.
    En seguida al chico se le asignó, junto con otros, la tarea de almacenar en una alcoba el pan que había sido requisado por la fuerza a los panaderos de Alcalá y El Viso. Manuel se daba cuenta de que la revuelta no duraría mucho, pues ya había habido otras y al final el pueblo, que lo que quería era pan pero carecía de organización militar, era reducido rápidamente.
    Mientras, al taller de Murillo ya había llegado la noticia del motín de la Feria, y el pintor se afanaba en cerrar las puertas y poner rumbo a su casa con su familia. El lienzo ya lo había dado por perdido.
    Manuel observaba a Juan de Villasis, que daba ordenes a todos y de cuando en cuando se reunía aparte con los que parecían ser los cabecillas, continuamente entraban y salían de la casa emisarios que llevaban y traían mensajes de las casas de otros nobles reunidos para detener la revuelta.
    Tras un par de horas de frenética actividad, los ferianos se dieron cuenta de que su revolución tenía poca salida y algunos empezaron a pensar en como sacar tajada, aprovechando para robar algunos enseres de la casa, fué entonces cuando recordó Manuel el encargo del pintor, pero al tocar el sitio donde lo llevaba escondido descubrió que lo había perdido.
    -¿Buscas ésto muchacho?-Le susurró un hombre al que le faltaba un ojo que se hallaba a su lado mientras le enseñaba el lienzo enrollado- Esta muy mal robar zagal-añadió empezando a reír sonoramente.
    -Devolvédmelo, es mío- Gritó Manuel Campos.
    -¿Tuyo mocoso?- Vamos ésto va ha terminar, así que vete por donde has venido.
    Manuel no lo dudó un instante y armándose de valor se abalanzó sobre el hombre que solo tuvo que mover un brazo para que el muchacho saliera despedido y fuese a dar con sus huesos en el suelo cayendo junto a una chimenea. Al levantarse vio un atizador y sin dudarlo se encaminó al hombre que, distraído, conversaba con otro y ya se había olvidado del muchacho, no lo pensó dos veces y le asestó un fuerte golpe en la cabeza, quedando el tuerto, al que así llamaban, tumbado boca abajo con una gran brecha en la frente. Manuel cogió el lienzo y se dispuso a salir de allí rápidamente.
    -Detente-Oyó gritar a su espalda en el momento que sus piernas empezaban a correr-Detenedlo.
    Dos hombres armados le cortaron el paso y el chico se detuvo. Juan de Villasis llego hasta el y le dijo.
    -Muéstrame lo que escondes hijo, debe ser muy importante para jugarte la vida.
    -No lo he robado señor, yo ya lo traía cuando llegué aquí y debo entregarlo donde me indicaron- Dijo desenrollando el cuadro.
    La Virgen del Rosario apareció ante la vista del capitán, que reconoció enseguida el pincel del maestro Murillo, el ambiente vaporoso, la primorosa figura infantil, las expresiones devotas y naturales, la figuras con detalles minuciosos y difuminadas en sus perfiles, la idílica figura femenina...
    -Bien muchacho, entrega el encargo y dile a mi buen amigo Bartolomé, que cuide al recadero pues se lo ha ganado.
    La iglesia de Ómnium Sanctorum constituye uno de los ejemplos más clásicos de templo de estilo gótico-mudéjar. De la Iglesia fundada por San Fernando y que comenzó a construir en el siglo XIII probablemente no quede más que la portada de los pies, labrada en piedra y constituida por un arco apuntado con arquivoltas con labor decorativa en zigzag y baquetones. En la línea de impostas se disponen relieves con cabezas humanas. Sobre el dintel se abre una ventana mudéjar realizada en la reconstrucción de 1356.
    Cuando Manuel llegó al templo ya era noche cerrada en Sevilla, pero por suerte se encontraba todavía en su interior el Marques de la Mina, patrono de la imagen que se acababa de colocar en la capilla mayor tras la fundación en la misma de la “Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental de Nuestra Señora Reina de Todos los Santos, Madre del Amor Hermoso y Medianera Universal de todas las Gracias. Éste le recibió y el muchacho pudo hacer la entrega del lienzo.

    - Deberías tener un aprendiz Bartolomé- Dijo Juan de Villasis mientras terminaba de llenar la copa de su amigo Murillo- Creo que el otro día diste con un zagal bastante espabilado.
    -La verdad es que si-contestó el pintor- Me pregunto cómo te has enterado.
    -Bueno, las noticias vuelan-Juan de Villasis era hermano del Conde de Peñaflor y conocía a Murillo desde que éste era niño, pues fue íntimo de su cuñado Juan Agustín de Lagares casado con su hermana Ana. Murillo, huérfano a los diez años de edad, quedó al cuidado de ésta y su marido al que el pintor estuvo muy unido hasta el punto de ser nombrado su albacea testamentario.
    A Juan de Villasis le gustaba compartir con Murillo una jarra de vino de vez en cuando en alguna de las muchas tabernas que había en la ciudad y, aunque desde el matrimonio de Bartolomé siete años antes, se veían con menos frecuencia, cuando coincidían no desaprovechaban la oportunidad de ponerse al corriente de sus vidas en compañía de un buen caldo.
    Aquella tarde se acercó Juan al taller del maestro, para conversar con él y sus pasos les llevaron a la taberna Las Escobas situada frente a la catedral.
    -También dicen-Repuso Murillo- Que un caballero con dotes de mando estuvo capitaneando a los amotinados pero no se sabe bien quién fue, ¿No sería alguien que jugara con dos barajas?
    Juan de Villasis había aceptado capitanear el motín de acuerdo con el poder para así manejar a los amotinados y evitar que la nobleza fuera ultrajada.
    -Bueno dejemos la política, ¿qué me dices del chico?
    -¿A qué tanto interés, Juan?.
    -Se jugó la vida y no creo que fuera por una blanca.
    -La verdad es que ya está en mi taller, cuando defendió aquel lienzo lo hizo por dos motivos, honestidad y amor por el arte, y ambas cosas son difíciles de encontrar en un bribón que vive en la calle.
    -Sabes que muchos de esos pícaros son huérfanos de la maldita peste y hace sólo tres años no estaban en la calle.
    Y así fué como el joven Manuel Campos pasó de rufián a aprendiz de pintor y cómo, sin nunca saberlo, su rostro quedaría inmortalizado por una de las figuras mas importantes de la pintura Barroca Española, Bartolomé Esteban Murillo.


  • Nota aclaratoria:
    Me he tomado la libertad de escribir este relato ficticio incluyendo en él nombres y hechos históricos reales. Manuel Campos fue efectivamente aprendiz de Murillo pero no es el niño del cuadro ni su historia del motín es cierta. Juan de Villasis fue el capitán del Motín de la Feria pero no era amigo de Murillo. Las referencias al pintor si son ciertas. El marques de la Algaba sí existió y fué su casa la primera en ser asaltada en el motín. La epidemia de peste que asoló Sevilla en 1649 se cobró la vida de al menos 60000 personas, casi la mitad de la población de la ciudad.



    • 14 de marzo de 2010

      Castillo de Constantina


      Esta semana, ojeando un periódico, descubrí con tristeza una noticia que hablaba sobre "mi pueblo", Constantina. Si porque yo soy Jerezano de nacimiento, barcelonés en mi infancia y sevillano por afincamiento, pero mi pueblo de siempre ha sido Constantina, pues es el pueblo de mis padres, de mis abuelos y de casi toda mi familia, es el pueblo donde volvíamos todos los veranos desde Barcelona para no olvidar nuestra tierra, es el pueblo donde, siendo un niño, tu vida cambiaba todo un mes, pues para un chico de ciudad veranear en un pueblo de la sierra es toda una aventura, los baños en el río, el pan con aceite y azúcar, la leche con nata, las tardes en el frescor del salón de una casa de pueblo, salir a la calle solo, sin limite de distancia, las fiestas, el campo, burros y mulas por la calle, toda una serie de acontecimientos para un niño.
      Y que decir de la juventud, la primera cerveza, la primera discoteca, el primer cubata, el primer cigarrillo, la primera borrachera, el primer amor...
      Esta semana se ha caído la torre del homenaje del castillo, el castillo de Constantina no es un gran castillo, de hecho, para cualquier visitante, el castillo no representaria ningún monumento espectacular y probablemente pasaría desapercibido, pero es nuestro castillo, tenemos nuestros recuerdos, nuestras historias, nuestras anécdotas, es nuestro castillo siempre estuvo ahí y seguirá estando con o sin torre, porque de niños subíamos por las tardes y jugábamos entre las almenas y detrás del santo, los niños seguirán jugando allí. Por que ya no tan niños subíamos por la noche, con una botella de ginebra sin marca y la Konga de cola y el radio cassette de doble pletina de ecualizador de 5 bandas, estéreo por supuesto, y en las noches claras se veía Sevilla y bajábamos con el punto para seguir la noche, (¿Ahora donde a la disco de abajo o a la de arriba?)los jóvenes seguirán subiendo. Porque las noches de luna subíamos en pareja y bajábamos en grupos, los chicos hablando de las chicas y las chicas hablando de los chicos, porque se han vivido muchas cosas durante muchos siglos, el castillo de Constantina seguirá estando y para nosotros seguirá significando algo especial.
      No se si las autoridades que han permitido que este desastre suceda, serán capaces de arreglarlo, pero mucho me temo que los sentimientos de un pueblo no sean suficiente para que estas reaccionen, aunque tarde, actuando sobre este monumento declarado de interés Histórico-Artístico y restaurándolo para su conservación.De lo que estoy seguro es de que al igual que nuestros abuelos, nuestros padres y nosotros mismos, nuestros hijos seguirán subiendo al castillo, esté como esté, y ni los políticos ni la absurda burocracia, evitaran que siga siendo nuestro castillo.